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Mi trabajo en ACNUR

  • Belén González
  • 11 may 2017
  • 6 Min. de lectura

Logo ACNUR Comité Español

Hoy hace un mes que comenzó mi aventura como trabajadora del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Lejos de tratarse de un empleo como otro cualquiera, en ACNUR estoy descubriendo cada día datos y testimonios nuevos que logran, cuanto menos, erizar la piel de cualquiera que se preste a escuchar durante cinco minutos la realidad contra la que luchamos cada día. Cinco minutos es el tiempo que tarda una persona en empatizar con aquello que se le explica, razón suficiente por la que este tipo de informaciones no aparecen nunca en los medios durante más de tres minutos, para que a nadie se le atragante la comida.


Esa realidad muestra que setenta millones de personas han huido de sus casas temiendo por sus vidas, que cada minuto que dedico a escribir este post, veinticuatro seres humanos más saldrán corriendo y se pondrán a la cola de uno de nuestros campamentos, con las llaves en el bolsillo, sin ser conscientes aún de que no tienen casa. Esa realidad significa que nos encontramos ante la mayor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial, que la Tercera Guerra Mundial está sucediendo, pero que mientras no nos salpique no seremos conscientes de ello.


"Nadie abandona su hogar, a menos que su hogar sea la boca de un tiburón", comienza la poetisa somalí Warsan Shire un desgarrador poema, haciendo belleza de algo tan duro como la violación sistemática, el racismo y las denigrantes condiciones en las que estos seres humanos -y me reafirmo en el concepto de seres humanos porque nos hemos acostumbrado a hablar de cifras- emprenden un largo viaje sin saber bien a dónde, convencidos de que cualquier destino es más seguro.


Ciento veinte es la media de días que tarda una persona en alcanzar un campamento de ACNUR desde que sale de lo que fue su casa. Ciento veinte días en los que es más cómodo caminar descalzo que cargando con unos zapatos mojados que incrementan en dos kilos el peso que arrastras. Ciento veinte días comiendo raíces -con suerte- y bebiendo agua contaminada por los propios gobiernos. Ciento veinte días son cuatro menstruaciones para una mujer, que no dispone de ningún tipo de higiene, y para una niña que salió como tal de su casa, pero llega a nosotros como adulta. En ciento veinte días una madre se ve obligada a vender su cuerpo infinitas veces para evitar que sus hijos sufran daños o sean contagiados de VIH, pero en tierra de nadie las promesas no siempre se cumplen.


En esos ciento veinte días, varios hombres con ametralladoras les han negado la posibilidad de atravesar la verja que les separa de un nuevo país, una nueva oportunidad, porque su color de piel es distinto, porque están sucios, huelen mal. Porque vienen a quitarnos nuestro trabajo, porque esa piel oscura seguramente signifique que son más duros y les irá bien, aunque cuanto más lejos mejor. Pero resulta que estamos hechos de lo mismo, y que cualquier día nos podría tocar a nosotros.


Raymond, compañero de ACNUR haciendo una labor de sensibilización en calle.

Lo más difícil de mi trabajo no es contar para qué necesitamos la ayuda, no es memorizar miles de datos escalofriantes, ni tratar de convencer a personas reticentes de que todos somos iguales. Lo más duro es escuchar durante tardes enteras los "no me interesa" y los "no puedo colaborar" de personas que se pasean por las calles más comerciales y turísticas de Valladolid cargados de bolsas de conocidas marcas para "ricos". Lo más difícil es asumir que de mi buena oratoria dependa que un niño al que nunca conoceré, pero que tiene nombre y apellidos y le corre sangre por las venas como a mi, siga vivo o no mañana.


Amigo o amiga, no me digas que no te interesa saber que si te asomas un poquito hacia abajo verás a ocho mil niños muriendo cada día solo en el centro de África, y no me digas que no tienes cincuenta céntimos diarios para salvar en dos semanas a un chaval que sufre desnutrición aguda severa y se muere de diarrea, pero que puedes permitirte pagar el gimnasio cada mes para ir cuatro días, igual que ese bolso último modelo. No me lo digas porque entonces no somos de la misma especie. Y espera, amigo, que comprendo que las cosas aquí están complicadas, que la crisis ha hecho mucho daño, y en ningún caso pretendo paliar la pobreza con más pobreza, aunque lamentablemente son esas personas que lo han sufrido en sus carnes las que más empatizan, las que dan casi lo que no tienen para hacer la vida de alguien en la otra punta del mundo un poquito mejor.


Principales proyectos del Comité Español de ACNUR en la actualidad

1. La emergencia del Mediterráneo


Un año después de que se firmase el Pacto de la Vergüenza entre la Unión Europea y Turquía, que ha provocado una reducción del 98% en el número de personas refugiadas que alcanzaban las islas griegas, ACNUR sigue luchando por el derecho a la libre circulación de los seres humanos y, sobre todo por el derecho a asilo. Desde la ONU se ha insistido en que la expulsión colectiva está prohibida, por lo que este pacto habría atentado directamente contra los Derechos Humanos y las leyes internacionales.


ACNUR trata de salvar vidas directamente en el Mediterráneo, donde en muchas ocasiones las lanchas o pateras naufragan debido a que las mafias llenan los depósitos para pocos kilómetros, estafando así a todas las personas que pagan precios elevadísimos por un viaje que, en la mayoría de casos, no llega a su destino.


2. La desnutrición en África


El acceso a alimento es una de las primeras necesidades que el ACNUR se encarga de cubrir. Estamos hablando de que más del 50% de las personas refugiadas en el mundo son niños, y de que, por increíble que parezca, ya no se mueren de hambre, sino de diarrea. El largo camino hasta que alcanzan un campamento de ACNUR les obliga a alimentarse de aquello que encuentran, como raíces u hojas, por lo que en la mayoría de las ocasiones sufren graves problemas estomacales que no permiten que se les alimente con normalidad; llegan con riesgo de muerte por desnutrición aguda severa.


Plumpynut, alimento terapéutico para niños con desnutrición aguda severa.

Ya que en los campamentos la proporción de médicos está en torno a uno para cada 1.500 personas, la única alternativa a la hospitalización inmediata es el Plumpy Nut, un alimento terapéutico a base de cacahuetes, azúcar y agua principalmente, que en el plazo de dos semanas engorda a los niños hasta ocho kilos, salvándoles la vida y permitiéndoles ser alimentados y vacunados con normalidad. Cada paquete contiene 500 kilocalorías, se entrega a las madres para que ellas alimenten a sus hijos una vez por la mañana y otra por la tarde.

Este producto fue inventado en 1999 por el científico francés André Briend, que donó su patente para ayuda humanitaria permitiendo abaratar el coste de su producción, envasado, transporte y distribución hasta los 0,25 euros. Se ha convertido en el sustituto por excelencia de la leche en polvo, que contaba con el handicap de la necesidad de agua potable para su utilización. Por su parte, el Plumpy Nut ya lleva incorporada la hidratación diaria que necesitan estos niños para sobrevivir.


3. Programas de escolarización


Los niños refugiados han visto interrumpida su educación a causa de la huida forzada de su país, por lo que ACNUR vela por devolverles la posibilidad de formarse en los propios campamentos siempre que no sea posible escolarizarlos en los colegios locales. Para ello, construye aulas en los campos, forma a profesores y costea los materiales escolares necesarios.


El año pasado, ACNUR construyó 800 nuevas escuelas, y para el próximo 2018 se ha fijado el objetivo real de terminar otras 1.200, lo que supondrá un millón más de niños con acceso a la educación. La Agencia de los Refugiados aboga por la educación en la paz y la búsqueda de la erradicación del odio en las nuevas generaciones para evitar que la situación se siga repitiendo.


4. Protección por violencia de género


El 85% de las personas que se ven obligadas a huir de sus hogares son mujeres y niños, o al menos los que llegan a refugiarse en los campamentos, ya que en muchas ocasiones los hombres se quedan por el camino o son forzados a enrolarse en las milicias. Esto supone que las mujeres se conviertan en las cabezas de familia y que de ellas dependa sacar adelante a sus hijos. ACNUR es consciente de la elevada vulnerabilidad de estas, por lo que lucha por protegerlas frente al riesgo de sufrir violaciones sistemáticas, vejaciones y otro tipo de abusos.


Una mujer refugiada camina cargando con su hijo en Macedonia


Uno de los objetivos principales es la formación, dándoles la posibilidad de aprender un oficio, de alcanzar la igualdad entre géneros a través de su empoderamiento y ser autosuficientes después de toda una vida de sumisión y castigos por el hecho de ser mujeres, por lo que otro tipo de asistencia imprescindible es la psicológica.


5. Potabilización del agua


ACNUR trabaja para que todos los refugiados tengan acceso al agua potable en cantidades suficientes para poder llevar una vida digna en los campos de refugiados. En situaciones de emergencia humanitaria, la media de agua que ACNUR facilita a los refugiados es de 15 litros por persona y día. Sin embargo, en los campos de refugiados, la distribución aumenta a los 20 litros por persona y día.


Estamos hablando de que, para abastecer un campamento de refugiados que acoge a un millón de personas, sería necesaria diariamente una cantidad de agua equivalente a llenar el Camp Nou. Tres de los proyectos más destacados para dar acceso a agua potable a los refugiados son:


- El acceso a agua potable y saneamiento para los refugiados sudaneses en el este de Chad

- La facilitación de acceso a agua en quince países africanos

- El abastecimiento de agua para refugiados afganos en Irán




 
 
 

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 EL MANIFIESTO DE LA ARTÍFICE: 

 

Este blog ha sido creado por una alumna de periodismo amante de la fotografía y defensora de la igualdad entre todos los seres humanos. Los profesionales de la comunicación tenemos un poder extraordinario para hacer del mundo un lugar un poco mejor, utilizando nuestra voz para demandar los derechos de aquellos a quienes nadie escucha. Desde Inmigración y Fotoperiodismo se trata de analizar cuál es la mejor forma de llevarlo a cabo.

Próximos eventos: 
 
10/06/17:  Exposición Mujeres del Congo de Isabel Muñoz (Museo Nacional de Antropología - Madrid)
 
18/6/17:  Exposición Ventanas al Mundo (CaixaForum Barcelona)  
 
20/06/17:  Las Edades del Hombre (Cuéllar, Segovia)
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